En noviembre de 1971, durante una entrevista por demás bochornosa realizada por Jacobo Zabludovski, Salvador Dalí dijo: “… la diferencia entre la fotografía y la pintura es, precisamente, que la fotografía está realizada por un ojo mecánico, completamente mediocre, fabricado en Japón o en Cleveland, o en cualquier sitio. Y en cambio, una pintura está realizada a través de un ojo cuasi divino, creado por Dios”. La opinión de Dalí seguramente fuera compartida por una gran cantidad de pintores de su época (probablemente algunos más recientes también lo piensen). Dicha antipatía puede ser equiparable al rechazo que muchos fotógrafos actualmente manifiestan en contra de la manipulación digital de los fotogramas.
Sin embargo, con el paso del tiempo y gracias al trabajo de fotógrafos como Gertrude Käsebier, Edward Steichen o Misha Gordin, la fotografía consiguió consolidarse como una de las manifestaciones artísticas más importantes de la actualidad. Así también, muchas personas están tratando en flagrante (consciente o inconscientemente), de hacer de la manipulación digital una expresión artística más. No sería de sorprender, pues, que los Luis Montemayor de hoy, sean los Alfred Stieglitz del mañana.
No obstante, el problema más importante que enfrentan estos artistas, probablemente sea la gran cantidad de usuarios de software para manipulación de imágenes, que no tienen el conocimiento necesario para utilizarlo, pero que publican en sitios gratuitos de internet montones de imágenes mal retocadas, que finalmente sólo demeritan el trabajo y el esfuerzo de los que verdaderamente conocen la profesión. Cierto, muchos subimos nuestras fotos alegremente (algunas también retocadas) sin ser profesionales y nadie puede decirnos que está mal, porque no lo está. Incluso, el hecho per se de subir fotos mal retocadas no está mal tampoco. Pero no se piense que me estoy contradiciendo, los problemas a los que hago referencia son: la ingenuidad y la malicia.
La ingenuidad es un problema porque quien lo padece no se da cuenta de ello, y es promovido por la facilidad para publicar que representa el internet. Creer que uno fue quien editó la foto, cuando en realidad sólo se aplicaron los ajustes automáticos, es como creer que con sólo silbarle una tonadas a un músico para que escriba las partituras, ya se es orquestador (para ello no tengo una mejor analogía que la del famoso burro que tocó la flauta). Pero la cuestión no es sólo ésta, sino también la de creer que se es buen fotógrafo o un buen retocador, cuando se han dejado las fotos con los colores saturados en exceso, con los famosos “altos contrastes” que no dejan ver ningún detalle de textura, o con filtros que dejan las fotos monocromáticas. Puede parecer muy fácil: “enciendes la chompu, abres el fotochoinx y le picas ahí”, pero no lo es (también puede abrirse el procesador de textos y “picarle”, pero no por ello ya se sabe escribir bien). Para saber retocar fotografías también hay que estudiar.
Probablemente el problema de la malicia sea más grave, porque no es un problema de desconocimiento, sino de ética. Decirse fotógrafo y exponer imágenes que han sido retocadas como si no hubieran sido manipuladas, es completamente reprobable. Peor aún es decir que se realizó un “ligero retoque” o que “sólo se movió el contraste”, cuando en realidad se modificó también el equilibrio de colores, la profundidad de campo, se eliminaron imperfecciones de una persona en un retrato, se cambió el encuadre, etc. Es más vil porque el engaño es doble: es darse aires de honesto sin serlo y decir al mismo tiempo que se es mejor fotógrafo de lo que en verdad se es.
Lo correcto es, sencillamente, decir que se ha retocado una imagen cuando se haya hecho. Es lo correcto porque no sólo se está siendo honesto, sino que además se está promoviendo el uso del software de manipulación de imagen (como en su momento los miembros de Photo-session hicieron por la fotografía), como una forma más de crear, de hacer arte.